LAS LOGIAS LAUTARO
En Europa e
Hispanoamérica florecieron un tipo de sociedades secretas compuestas
de sudamericanos con tendencias a la emancipación de la América del Sur
sobre la base del dogma republicano muy semejantes en organización y
propósitos a las ventas carbonarias. La más famosa fue la Sociedad Lautaro,
también conocida como Logia Lautaro o Caballeros Racionales: vinculada con
la sociedad matriz de Londres, denominada Gran Reunión Americana, que fue
fundada por el general Francisco Miranda con el objetivo inmediato de
revolucionar Caracas. El objetivo de las logias Lautaro era «no reconocer
por gobierno legítimo de las Américas sino aquel que fuese elegido por la
libre y espontánea voluntad de los pueblos, y de trabajar por la fundación
del sistema republicano».
De hecho, estas sociedades secretas aplicadas
a la política eran cosa muy distinta de la masonería, e incluso de la
carbonería, de las que sólo habían tomado una apariencia de signos,
fórmulas, grados y juramentos secretos. La institución de Miranda fue obra
pura y exclusivamente suya; fue él quien la ideó, fue él quien la fundó, fue
él quien la dirigió. Fue una sociedad secreta de carácter político que nada
tenía que ver con lo que pretendía la masonería.
El error radica en la simplificación que, a
veces, se hace al confundir sociedad secreta con sociedad patriótica o
política, o la equiparación de ambas con la masonería. El problema se
agudiza, ya que muchas de estas sociedades, desde las literarias y
económicas hasta las políticas y patrióticas, sin olvidar por supuesto las
masónicas, facilitaban la doble o triple militancia, pudiendo ser uno al
mismo tiempo patriota, masón y carbonario, por poner un ejemplo. El caso de
Simón Bolívar con sus contactos lautarinos en Cádiz o Londres, y su
pertenencia masónica en París, puede servir de ejemplo. El propio Bolívar
—el único prócer del que consta documentalmente que fue masón—, sin embargo,
prohibió en 1828 todo tipo de sociedades secretas en
la Gran Colombia, desapareciendo
la masonería de la zona durante más de veinte años.
Extractado de: J. A. Ferrer Benimeli, La masonería, Madrid, 2001,
pp. 76-78.
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